lunes, 7 de abril de 2008

lunes, 24 de marzo de 2008

Capirotes



Por fin se terminó la Semana Santa. Cada año, por estas fechas, tengo el mismo ataque de racionalismo, y similar escalofrío, cuando en las procesiones desfilan tipos encapuchados, cuando los costaleros sacrifican sus lomos transportando altares que pesan quintales y cuando los fieles hacen colas interminables para besar el ropaje de las figuras sacras.
No puedo evitar la memoria. El Ku Klux Klan, la Santa Inquisición, los verdugos y los torturados.
Siento el mismo rechazo que me producen los islamistas que, una vez al año, se machacan la cabeza con cuchillos y machetes para recordar, vertiendo su sangre, el martirio de Ali.
No sé si es porque tamaño desborde de irracionalidad me hace temer lo peor, en una España en que cada día hay más muestras de racismo, o porque creo que el instinto místico, la religiosidad, quien lo tenga debería llevarlo como un acto íntimo. Con el pudor de los actos íntimos.

Por suerte, días atrás, pude ver por la tele a Joselito, aquel niño de voz aguda que cantaba “saetas” en el cine, al paso del crucificado. Lo que queda de Joselito luego de una vida aventurada y desventurada: un enano maltrecho que no puede cantar ni la lotería, y que pasea su tripa colgante por un programa basura titulado “Sobrevivientes”. Ni santo ni mártir, uno como tantos.
La existencia de los Joselito lleva las cosas a su lugar, es una toma a tierra. Eso, y que cada vez que formulo en voz alta estas preocupaciones -o manías- algún español me recuerda que después de las procesiones el incienso es desplazado por los humos del hachís, y el alcohol corre a la par que la cocaína. Que de religiosidad poco. Que, al fin de cuentas, lo que queda es la fiesta, la saturnal, el sacarse las ganas después del circo, más o menos liberado de las culpas.
Esa explicación de alguna manera me tranquiliza, porque pocas ganas de ser verdugo o inquisidor les quedan a los que están borrachos o colocados, pero también, lo confieso, me da un poco de vergüenza ajena. Esa es una de las jodas de ser extranjero. Nunca se termina.

martes, 12 de febrero de 2008

Pongan pilas

Cuelgo esta nota del diario El Día, de La Plata, para ver si los editores que tienen los derechos de todos estos libros en castellano, se ponen las pilas y deciden editarlos en Argentina.
De paso, un agradecimiento para Gabriel Báñez, autor que hay que leer y, para más, admirador como uno de los bocaditos Euskalduna. La vida ya no fue la misma después de esas barritas masticables de dulce de leche. No aptos para dentaduras postizas.

jueves, 17 de enero de 2008

Almafuerte


Cuando no tengo un buen día es porque arranco con sensación de pérdida, irreparable. Entonces, cuando me acuerdo de las buenas y viejas costumbres, acudo a los Sonetos Medicinales del viejo "Almafuerte". Una buena dosis de obstinación aznal aprovecha y sienta bien. Este es el primero de los sonetos.



¡AVANTI!



Si te postran diez veces, te levantas

otras diez, otras cien, otras quinientas:

no han de ser tus caídas tan violentas

ni tampoco, por ley, han de ser tantas.



Con el hambre genial con que las plantas

asimilan el humus avarientas,

deglutiendo el rencor de las afrentas

se formaron los santos y las santas.



Obsesión casi asnal, para ser fuerte,

nada más necesita la criatura,

y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura

cinco segundos antes de su muerte!

miércoles, 16 de enero de 2008

Tragedias un poco griegas




Ando con buen humor para las tragedias. Por ejemplo, la de Obama, el candidato oscurito de los demócratas norteamericanos. Cada vez que lo miro le veo cara de muerto. Tal vez, y sólo tal vez, los yanquis estén preparados para tener una mujer presidente, pero ¿un negro? ¿Un negro con media familia musulmana, y que comparte nombre con los satanes de Oriente?


Para muchos europeos el hombre es una esperanza de mejoras varias. Yo, me digo: son puntos de vista. En el país que lleva el record de presidentes estropeados a balazos en ejercicio de sus funciones, yo veo un muerto donde otros ven verde esperanza.


Una de cal y otra de cal: Vengo de tragedia un poco griega. Para dentro de un par de meses tendré en la calle mi nueva novela "Retrato de familia con muerta". Tiene mucho de tragedia griega, a pesar de que transcurre en un barrio cerrado de provincia de Buenos Aires. Cualquier similitud con un caso muy sonado queda a cuenta del lector.