A veces los dictadores meten la pata. En 1988, Augusto Pinochet decidió que era hora de darle un barniz democrático a su dictadura, y convocó a un plebiscito. Si ganaba el “Sí”, seguiría gobernando ocho años más, por la voluntad de los chilenos. Si ganaba el “No”, prometía convocar a elecciones a corto plazo. Es un hecho histórico que ganó el “No”, con más del 50% de los votos, y hubo elecciones. Condicionadas, pero eso es ya otro cantar.
Antonio Skármeta, con Los días del arcoíris, se propone una recreación ficcional de lo que sucedió en aquel plebiscito. Con un atractivo cruce entre los hechos reales y la imaginación, logra una novela que se lee sin esfuerzo y que consigue lo que tal vez se propone: decirnos que, a veces, los dictadores sucumben ante la alegría. En algún momento de la lectura me vino un rebote de la memoria, y me encontré pensando en la peli de los Beatles El submarino amarillo. Allí también la música y la creatividad lograban derrotar a los amargos Azules.
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