miércoles, 1 de junio de 2011

SKÁRMETA: TODOS A UNA


A veces los dictadores meten la pata. En 1988, Augusto Pinochet decidió que era hora de darle un barniz democrático a su dictadura, y convocó a un plebiscito. Si ganaba el “Sí”, seguiría gobernando ocho años más, por la voluntad de los chilenos. Si ganaba el “No”, prometía convocar a elecciones a corto plazo. Es un hecho histórico que ganó el “No”, con más del 50% de los votos, y hubo elecciones. Condicionadas, pero eso es ya otro cantar.

Antonio Skármeta, con Los días del arcoíris, se propone una recreación ficcional de lo que sucedió en aquel plebiscito. Con un atractivo cruce entre los hechos reales y la imaginación, logra una novela que se lee sin esfuerzo y que consigue lo que tal vez se propone: decirnos que, a veces, los dictadores sucumben ante la alegría. En algún momento de la lectura me vino un rebote de la memoria, y me encontré pensando en la peli de los Beatles El submarino amarillo. Allí también la música y la creatividad lograban derrotar a los amargos Azules.

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PATRICIO PRON Y LA LLUVIA


El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia es un libro potente, sólido, con la marca de uno de los autores jóvenes más interesantes que ha parido Argentina, y modelado su tránsito por el mundo. También es de difícil clasificación, si no se apela a ese híbrido tantas veces mencionado que es la “novela de no ficción”. Patricio Pron emprende una expedición al pasado, suyo y de sus padres, recuperando la memoria de una de las etapas más crueles de Argentina. Se expone y expone para entender qué fue de su generación y de quienes la gestaron. El hecho que lo puso en marcha fue la posible muerte de su padre, que lo llevó al pueblo donde vive su familia, con la urgencia de responderse interrogantes postergados.

–Una frase del libro da origen a su título, y a la idea de que hay allí una especie de conclusión después de haberte hecho muchas preguntas. Dice que el espíritu de tus padres “iba a seguir subiendo en la lluvia hasta tomar el cielo por asalto”.
– (Sonríe) Esa es mi versión un poco marxista de unos versos que tomé de Dylan Thomas. Es cierto que en este trabajo llegué a la conclusión de que mis padres y yo tenemos mucho en común, pero la idea no era cerrar nada. Todo lo contrario; quería abrir la historia reciente de Argentina, la mía, la de mis padres y la de muchos, dejando que el lector saque sus propias conclusiones. No tengo la intención de cerrar ninguna herida, sino de abrirla para ver qué hay adentro.

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