Y bien… en Cataluña se prohibirá el toreo a partir del 2012. Para una buena parte de España se ha convertido en otra ofensa imperdonable de esos descastados catalanes que no tienen otra cosa que hacer que romper las bolas.
Supongo que es el precio que hay que pagar por ser vanguardia.
Lo que me llama la atención es que tipo de argumentos se contraponen. Tal parece que el problema es si prohibir no significa un recorte de las libertades individuales. En ese sentido el líder del PP ha dicho que está en contra de la medida porque “no se puede prohibir a nadie ir a los toros, como tampoco se puede obligar a nadie a que vaya a los toros”.
Sé que el oficio del político es hacer el imbécil cuando le conviene. Sólo que, a veces, eso también significa tomar por imbécil al que escucha.
Acá no se trata de prohibir o estimular la ida a los toros, sino de replantearse por qué están prohibidas las peleas de perros o las riñas de gallos. Porque se considera indecente hacer diversión de dos animales que se destrozan. ¿Es menos bestia torturar a un toro porque no se enfrenta a otro toro, o a un tigre, como en el imperio romano, sino a un hombre?
Podrán decirme que el boxeo, pero en el boxeo, más allá de los condicionantes sociales, cada hombre sube a matarse porque quiere, aun pudiendo elegir. Los toros no eligen. Como tampoco eligen la selección genética que los ha hecho bajitos, débiles y medio boludos, para que no jodan al torero.
Espero la reacción de los tradicionalistas. Supongo que, para llevar las cosas al lugar donde quieren que estén, pueden reimplantar el cadalso como divertimento popular, la quema de brujas, tan tradicional, o las torturas de la inquisición pasadas por la tele.
No me jodan con argumentos como la tradición. La tradición vale menos que una bandera de papel higiénico.
Supongo que es el precio que hay que pagar por ser vanguardia.
Lo que me llama la atención es que tipo de argumentos se contraponen. Tal parece que el problema es si prohibir no significa un recorte de las libertades individuales. En ese sentido el líder del PP ha dicho que está en contra de la medida porque “no se puede prohibir a nadie ir a los toros, como tampoco se puede obligar a nadie a que vaya a los toros”.
Sé que el oficio del político es hacer el imbécil cuando le conviene. Sólo que, a veces, eso también significa tomar por imbécil al que escucha.
Acá no se trata de prohibir o estimular la ida a los toros, sino de replantearse por qué están prohibidas las peleas de perros o las riñas de gallos. Porque se considera indecente hacer diversión de dos animales que se destrozan. ¿Es menos bestia torturar a un toro porque no se enfrenta a otro toro, o a un tigre, como en el imperio romano, sino a un hombre?
Podrán decirme que el boxeo, pero en el boxeo, más allá de los condicionantes sociales, cada hombre sube a matarse porque quiere, aun pudiendo elegir. Los toros no eligen. Como tampoco eligen la selección genética que los ha hecho bajitos, débiles y medio boludos, para que no jodan al torero.
Espero la reacción de los tradicionalistas. Supongo que, para llevar las cosas al lugar donde quieren que estén, pueden reimplantar el cadalso como divertimento popular, la quema de brujas, tan tradicional, o las torturas de la inquisición pasadas por la tele.
No me jodan con argumentos como la tradición. La tradición vale menos que una bandera de papel higiénico.