Grafolito del Duraznero es un gusano. Y esto no es una descalificación moral, es un gusano. Todos, cierta vez, mordimos una manzana para observar como la mitad de un primo de Grafolito permanecía en la manzana, y nos ponía ante una opción de hierro: escupir o exhortarnos a tragar con un ahogado ¡viva la patria!, que al fin de cuentas todo es proteínas.
Solo que Grafolito del Duraznero más que un gusano, es un amigo.
El tipo, con ese andar de medio lado que le copió Pedro Navaja, es capaz de colarse en la vida de los humanos y, luego, con una bronca espesa y lunga, viene y me cuenta. Siempre con mala leche. Y yo lo comprendo, y me lo aguanto. Si por mucho menos que eso me agarro unas broncas negras, cuánto más sería si tuviera un pasado denso en primos truncados por frutívoros de dos patas.
Últimamente los andares diurnos de Grafolito conducen al pie de varios edificios de oficinas. De sus andares por la noche no quiero ni enterarme, porque si bien dice que, como no duerme, medita, por las ojeras que a suele traer, creo que el tipo hasta levita en la canalla nocturna.
Empezó con esa manía por los pies de oficinas cuando prohibieron fumar en los lugares de trabajo, y todos los expulsados por un remedo de vida sana comenzaron a compartir el humo, el sol, el frío o la lluvia, en la tierra de nadie.
Me contaba, con cara de “a los bichos humanos no los entiendo” –es una pose retórica- que al principio la gente ponía un par de pasos de desconfianza entre uno y otro. Claro, hasta ese momento Susana de la inmobiliaria del cuarto, el Informático de Anteojos del segundo, Señora Madura del tercero B Finanzas, Mandadero A, del primero, Mandadero B, del octavo y las cuatro oficinistas de pisos varios, que nada más compartían un verse a la hora de huir en ascensor, se miraban como extraños.
Luego, ya se sabe, algún día alguien necesita fuego, algún día otro se quedó sin cigarrillos, algún día el más audaz lió un porrito y pasó una calada. Entonces, los desconocidos que vivían en tajadas horizontales, comenzaron una relación vertical de finales imprevistos.
Grafolito, que será un amigo pero también es un gusano, sonreía con esa sonrisa de perdonarme la vida que provoca al pisotón definitivo, y me decía:
-¡Hay que ser tarado mi viejo! ¡La mediocridad en estado puro! Si quieren una vida sana ¿Por qué no prohíben el trabajo? Que laburen los explotadores, mi viejo. El resto, a galopar por los campos y las plazas, a coger como dios manda. ¡A frecuentar todos los excesos! Más le digo: hasta enamorarse como boludos podrían si no estuvieran enlatados produciendo mierda.
Para ponerle una piedra en el camino le señalé que eso de “frecuentar” excesos se lo había copiado a Borges. Pero me hizo menos caso que el semáforo de la esquina. Es inmune a la ironía.
Lo cierto es que tenía razón. A medias. Dice que Susana del Cuarto ahora fuma de la mano de Mandadero A. Que Informático de Anteojos formalizó relación con uno de seguridad, bajito y con cara de ecuatoriano. Que Señora Madura de Tercero Finanzas, sonríe más que antes y se ve infinitamente más joven, mientras anota en su carnet de baile a los fumadores que se va tirando. Que los/las oficinistas se han multiplicado, y que hasta hay quien adquirió el vicio para sumarse al territorio liberado.
Pero eso no es todo. Ahora, asegura, aunque yo no quiero creerlo porque sería el sueño de Carlos Marx por el camino más extraño, se está gestando un doble poder. Que, susurra sibilinamente, con la llegada del invierno los expulsados se cabrearon y se asocian en masa a la CORREFIL (Coordinadora Revolucionaria con y sin Filtro). Que, afirma, hasta se permiten soñar con un asalto a la manija de lo que sea, y un corte de mangas universal a la hora precisa.
Yo sospecho, porque conozco el percal, que la mano de Grafolito está detrás de semejante proyecto. El tipo, aunque me jure lealtad eterna y que habla sólo conmigo, sé que les chamulla en las orejas ideas insurrectas. Lo que me tiene preocupado. No vaya a ser que Bush o el Opus Dei se aviven del juego y nos bombardeen con insecticidas.
Sobre todo por que, y en esto coincido con Grafolito del Duraznero, si mañana les dan permiso para fumar en el sitio de laburo, las revoluciones, el amor y los carnet de baile se irán tristemente al carajo.
Solo que Grafolito del Duraznero más que un gusano, es un amigo.
El tipo, con ese andar de medio lado que le copió Pedro Navaja, es capaz de colarse en la vida de los humanos y, luego, con una bronca espesa y lunga, viene y me cuenta. Siempre con mala leche. Y yo lo comprendo, y me lo aguanto. Si por mucho menos que eso me agarro unas broncas negras, cuánto más sería si tuviera un pasado denso en primos truncados por frutívoros de dos patas.
Últimamente los andares diurnos de Grafolito conducen al pie de varios edificios de oficinas. De sus andares por la noche no quiero ni enterarme, porque si bien dice que, como no duerme, medita, por las ojeras que a suele traer, creo que el tipo hasta levita en la canalla nocturna.
Empezó con esa manía por los pies de oficinas cuando prohibieron fumar en los lugares de trabajo, y todos los expulsados por un remedo de vida sana comenzaron a compartir el humo, el sol, el frío o la lluvia, en la tierra de nadie.
Me contaba, con cara de “a los bichos humanos no los entiendo” –es una pose retórica- que al principio la gente ponía un par de pasos de desconfianza entre uno y otro. Claro, hasta ese momento Susana de la inmobiliaria del cuarto, el Informático de Anteojos del segundo, Señora Madura del tercero B Finanzas, Mandadero A, del primero, Mandadero B, del octavo y las cuatro oficinistas de pisos varios, que nada más compartían un verse a la hora de huir en ascensor, se miraban como extraños.
Luego, ya se sabe, algún día alguien necesita fuego, algún día otro se quedó sin cigarrillos, algún día el más audaz lió un porrito y pasó una calada. Entonces, los desconocidos que vivían en tajadas horizontales, comenzaron una relación vertical de finales imprevistos.
Grafolito, que será un amigo pero también es un gusano, sonreía con esa sonrisa de perdonarme la vida que provoca al pisotón definitivo, y me decía:
-¡Hay que ser tarado mi viejo! ¡La mediocridad en estado puro! Si quieren una vida sana ¿Por qué no prohíben el trabajo? Que laburen los explotadores, mi viejo. El resto, a galopar por los campos y las plazas, a coger como dios manda. ¡A frecuentar todos los excesos! Más le digo: hasta enamorarse como boludos podrían si no estuvieran enlatados produciendo mierda.
Para ponerle una piedra en el camino le señalé que eso de “frecuentar” excesos se lo había copiado a Borges. Pero me hizo menos caso que el semáforo de la esquina. Es inmune a la ironía.
Lo cierto es que tenía razón. A medias. Dice que Susana del Cuarto ahora fuma de la mano de Mandadero A. Que Informático de Anteojos formalizó relación con uno de seguridad, bajito y con cara de ecuatoriano. Que Señora Madura de Tercero Finanzas, sonríe más que antes y se ve infinitamente más joven, mientras anota en su carnet de baile a los fumadores que se va tirando. Que los/las oficinistas se han multiplicado, y que hasta hay quien adquirió el vicio para sumarse al territorio liberado.
Pero eso no es todo. Ahora, asegura, aunque yo no quiero creerlo porque sería el sueño de Carlos Marx por el camino más extraño, se está gestando un doble poder. Que, susurra sibilinamente, con la llegada del invierno los expulsados se cabrearon y se asocian en masa a la CORREFIL (Coordinadora Revolucionaria con y sin Filtro). Que, afirma, hasta se permiten soñar con un asalto a la manija de lo que sea, y un corte de mangas universal a la hora precisa.
Yo sospecho, porque conozco el percal, que la mano de Grafolito está detrás de semejante proyecto. El tipo, aunque me jure lealtad eterna y que habla sólo conmigo, sé que les chamulla en las orejas ideas insurrectas. Lo que me tiene preocupado. No vaya a ser que Bush o el Opus Dei se aviven del juego y nos bombardeen con insecticidas.
Sobre todo por que, y en esto coincido con Grafolito del Duraznero, si mañana les dan permiso para fumar en el sitio de laburo, las revoluciones, el amor y los carnet de baile se irán tristemente al carajo.