Hoy al mediodía hice hamburguesas, porque la reina del bulín dijo ¡Ahhhh...! Me muero por unas hamburguesas de las tuyas. Agarré la calle y trajiné varios comercios de pakistaníes y bengalíes (Que ahora que la Bengala de Sandokán se llama Bangladesh, no tengo idea de cómo se llaman) en busca de los ingredientes de base. Con Txiqui eramos tres a comer, pero Lula, que para las hamburguesas es una fiera, se enteró, cazó el teléfono y pidió minuto de descuento para llegar a tiempo.
Para cuatro me pareció bien un kilo de picada halal, o sea de bichos carneados según el rito musulmán, que eso no le agrega sabor pero, tal vez, quién sabe, en una de esas, nos ganamos un par de huríes al final del camino. Picada, sal, pimienta negra, un toque de comino molido, un toque de orégano, amasado y dejar un buen rato para que tome los gustitos.
Las ocho hamburguesas gordas que hice a la plancha, con el pan tostado por dentro, un toque de aceite de oliva y queso derretido, se entregaron sin resistencia bajo la sombrilla del patio, acompañadas con mostaza, ketchup muy, muy picante y algunas latas.
Txiki decía que le gustaban crudas, yo que el picante ayuda a la digestión y las mujeres deliraban: La reina del bulín, entre mordisco y mordisco, me pidió casamiento, y Lula se agarraba a la mesa porque levitaba bajo el efecto de su plato preferido.
Después de una tarde de modorra sin fin que pagó el trabajo, corrieron los alka-seltser y otras latas para compensar la casi indigestión.
Está claro, ni Mahoma te salva si te comés cuarto kilo de carne poco hecha, por más picada y halal que sea. Y otra cosa: me gustan las mujeres que disfrutan cuando comen.
Para cuatro me pareció bien un kilo de picada halal, o sea de bichos carneados según el rito musulmán, que eso no le agrega sabor pero, tal vez, quién sabe, en una de esas, nos ganamos un par de huríes al final del camino. Picada, sal, pimienta negra, un toque de comino molido, un toque de orégano, amasado y dejar un buen rato para que tome los gustitos.
Las ocho hamburguesas gordas que hice a la plancha, con el pan tostado por dentro, un toque de aceite de oliva y queso derretido, se entregaron sin resistencia bajo la sombrilla del patio, acompañadas con mostaza, ketchup muy, muy picante y algunas latas.
Txiki decía que le gustaban crudas, yo que el picante ayuda a la digestión y las mujeres deliraban: La reina del bulín, entre mordisco y mordisco, me pidió casamiento, y Lula se agarraba a la mesa porque levitaba bajo el efecto de su plato preferido.
Después de una tarde de modorra sin fin que pagó el trabajo, corrieron los alka-seltser y otras latas para compensar la casi indigestión.
Está claro, ni Mahoma te salva si te comés cuarto kilo de carne poco hecha, por más picada y halal que sea. Y otra cosa: me gustan las mujeres que disfrutan cuando comen.