El martirologio cristiano da para todo. Desde la carcajada hasta la franca mueca de asco. Pero, he aquí que sin proponérmelo, en una charla de desayuno con Ella, he descubierto que santo les corresponde a los varones argentinos que presumen de asadores: San Lorenzo. Y no tiene nada que ver con el fútbol.
A San Lorenzo lo hicieron santo porque el tipo terminó mal, pero conservando la línea.
Resulta que los herejes, infieles o algo parecido, lo agarraron y lo acostaron en la parrilla. Literalmente. Sobre los fierros y con fuego de brasas por debajo.
El tipo, santo varón, conservó el estilo hasta el final y sorprendió a sus asadores cuando les dijo que ya estaba de un lado, y que deberían darlo vuelta del otro.
Puedo imaginarlo:
Lorenzo (de espaldas sobre la parrilla): Oiga, don, perdone la molestia…
Verdugo (con mal genio profesional): ¡No me venga con quejas, que no hay nada personal!
Lorenzo: De ninguna manera caballero. Sólo quería informarle que mi parte posterior está crujiente, doradita y jugosa. Debería darme vuelta para que no me pase de punto.
Verdugo (enjugándose una lágrima, mientras lo pone boca abajo) -¡Esto no es un asado, es un santo! ¡Propiamente un santo!
Y ahí quedó: San Lorenzo por los siglos de los siglos amén.