Anoche empecé a leer “Ciudad Santa”, novela de Guillermo Orsi, y cuando iba por la página 88 -un tercio aproximadamente- supe tres cosas. La primera, que no pegaría un ojo si no la cerraba de inmediato, porque es droga dura y no se deja dejar. La segunda y la tercera son una buena y una mala. Voy por la mala, para que la buena endulce la bronca.
(Aviso para navegantes: me voy a poner “borde”, guanaco, mondonguero.)
La editorial Almuzara le “tradujo” la novela, porque no creo que lo haya hecho Orsi, que si lo hizo de esta manera hay que retirarle el saludo para siempre.
Algún descerebrado que nunca salió de su puto pueblo, pero tiene un diccionario de la Real Academia metió mano. Algún burro con las cuatro patas en la cabeza, que supone que los argentinos hablan y escriben como el culo, soberbio tinterillo que no puede aceptar de una puñetera vez que un argento dice “sos” en lugar de “eres”, se los cambió por “sois” que suenan como una patada en los huevos. Para tomar solo un ejemplo, y no dar soga al disparate.
El resultado es un emplasto de lengua de ninguna parte, y una falta de respeto hacia el autor y, sobre todo, hacia los lectores españoles, porque quedan pocos que no adapten su oído a variantes del castellano no peninsular, y esos usan los libros para alcanzar la cerveza del último estante.
Señores editores -digo señores no por machista sino por caballero, a las señoras no las puedo tratar mal- esto es una reverendísima putada. ¿Qué pasó? ¿Le hicieron un favor al primo Pepe, que está sin trabajo y una vez casi se leyó El Quijote? ¿Le dijeron: “oye, tío, tú que en los curas tenías buena caligrafía échale un amaño a este argentino, que no lo entiende ni su madre”?
Pues están jodidos, porque los lectores somos inteligentes; hasta los argentinos lo somos, por ser lectores, claro. Entonces hago de cuenta que el original fue escrito en esperanto y lo tradujeron con el google, que es más divertido que Gila. Así, haciéndome el boludo con los dislates, y porque la novela es buena que te cagas (¿esto lo entienden, verdad?) y se salva solita, como Tarzán cagando a trompadas a una horda de cocodrilos, la disfruto como un condenado.
Sí, señor. Uno sabía que Orsi es un buen escritor, pero en “Ciudad Santa” juega en primera internacional. La calidad de los personajes y esa circunstancia llamada Argentina; el ojo que narra con la distancia de un entomólogo y una precisión de autopsia; el dolor, la piedad y la ironía para no morir del todo, colocan a Orsi entre los diez mejores autores sudacas, esos que no saben hablar español.
(Aviso para navegantes: me voy a poner “borde”, guanaco, mondonguero.)
La editorial Almuzara le “tradujo” la novela, porque no creo que lo haya hecho Orsi, que si lo hizo de esta manera hay que retirarle el saludo para siempre.
Algún descerebrado que nunca salió de su puto pueblo, pero tiene un diccionario de la Real Academia metió mano. Algún burro con las cuatro patas en la cabeza, que supone que los argentinos hablan y escriben como el culo, soberbio tinterillo que no puede aceptar de una puñetera vez que un argento dice “sos” en lugar de “eres”, se los cambió por “sois” que suenan como una patada en los huevos. Para tomar solo un ejemplo, y no dar soga al disparate.
El resultado es un emplasto de lengua de ninguna parte, y una falta de respeto hacia el autor y, sobre todo, hacia los lectores españoles, porque quedan pocos que no adapten su oído a variantes del castellano no peninsular, y esos usan los libros para alcanzar la cerveza del último estante.
Señores editores -digo señores no por machista sino por caballero, a las señoras no las puedo tratar mal- esto es una reverendísima putada. ¿Qué pasó? ¿Le hicieron un favor al primo Pepe, que está sin trabajo y una vez casi se leyó El Quijote? ¿Le dijeron: “oye, tío, tú que en los curas tenías buena caligrafía échale un amaño a este argentino, que no lo entiende ni su madre”?
Pues están jodidos, porque los lectores somos inteligentes; hasta los argentinos lo somos, por ser lectores, claro. Entonces hago de cuenta que el original fue escrito en esperanto y lo tradujeron con el google, que es más divertido que Gila. Así, haciéndome el boludo con los dislates, y porque la novela es buena que te cagas (¿esto lo entienden, verdad?) y se salva solita, como Tarzán cagando a trompadas a una horda de cocodrilos, la disfruto como un condenado.
Sí, señor. Uno sabía que Orsi es un buen escritor, pero en “Ciudad Santa” juega en primera internacional. La calidad de los personajes y esa circunstancia llamada Argentina; el ojo que narra con la distancia de un entomólogo y una precisión de autopsia; el dolor, la piedad y la ironía para no morir del todo, colocan a Orsi entre los diez mejores autores sudacas, esos que no saben hablar español.
¿Y por casa como andamos? Los pelotudos de los argentinos, que siempre se miran en el ombligo equivocado, todavía no descubrieron a Guillermo Orsi, ese flaco, largo y tanguero, exiliado junto a un lago trucho, en el corazón de Argentina. Tendría que cogerse alguna princesa de Mónaco, o morirse, que eso siempre ayuda pero no es de desear, para que descubran a un narrador que, si fuera sueco, estaría vendiendo millones.
Hay que joderse con tanto boludo suelto…
Síntesis con buenos modales: no se puede perder “Ciudad Santa”, está escrita con maestría y desde el fondo de las tripas. Es tan potente que puede hasta con los correctores Sancho Panza. ¿Quien dijo que la vida es justa?
Hay que joderse con tanto boludo suelto…
Síntesis con buenos modales: no se puede perder “Ciudad Santa”, está escrita con maestría y desde el fondo de las tripas. Es tan potente que puede hasta con los correctores Sancho Panza. ¿Quien dijo que la vida es justa?