Hay que reconocerlo de una vez: los Tupas siempre fueron bastante distintos a nuestros partidos, orgas, o como quieran rebautizarlas. Los Tupas, tal vez por esa cosa un poco de campo y pueblo que conservan los uruguayos, siempre fueron distintos. Diría que más pegados a la tierra.
Recuerdo.
Terminada la dictadura y vuelta al democracia, algunos dirigentes históricos de los Tupas se metieron el termo bajo el brazo y fueron a sentarse en la plaza, a tomar mate con el que quisiera. A hablar, discutir, y recibir todos los palos que la gente tuviera guardados para ellos. Hay que tener pelotas para hacer eso.
A cara limpia. Escapando de las roscas políticas mantenidas con dólares, o de los camuflages derecho humanistas, que cundieron en Argentina, los tipos dieron la cara para que el pueblo, que al fin de cuentas era quien había pagado los platos rotos, se diera el gusto de putearlos, si le salía del alma.
Hoy, que el mundo siguió girando, uno de aquellos Tupas, José Pepe Mugica puede ser presidente de Uruguay, por el voto popular. Tal vez por el voto de muchos de aquellos que fueron a las plazas a decirles hijos de puta y terminaron aceptando un mate, porque la historia seguía, y no era cuestión de quedarse en la bronca.
Dicen que a José Pepe Mugica alguna vez, cuando estaba en el Movimiento de Liberación Nacional “Tupamaros”, le metieron seis balazos, y que se comió 13 años de cárcel.
Francamente, entre nosotros, eso me impresiona poco, son cosas que pasan. Lo que me llena de admiración es aquella bajada a la calle, de frente y con el mate para compartir, y este estilo sin estridencias, de entender fácil que tuvieron los Tupas y que es tan uruguayo.
Un pedido de este gil que no corta ni pincha: cumpas, no va a ser fácil, pero, ante la duda, que no se les olvide lo del mate. Parece que mateando la gente se entiende mejor.