martes, 3 de junio de 2008

Calorcito en Tenerife


Arona es una ciudad en el sur de Tenerife, Canarias, una hora menos que en el continente español, y diferencias idiomáticas y de costumbres que los hacen más “sudacas” que “gallegos”.
Arona tiene una facultad de Filología que organizó cinco días de taller de escritura de novela negra. (Ya les dije que algo raro está sucediendo).
Arona está como subiendo la cuesta, pero como bajando se llega a su playa, Puerto de Los Cristianos. Allí desembarcan a los negros que llegan en “cayucos” –botes para cincuenta personas- después de 1.500 kilómetros de travesía en mar abierto, seducidos por la luces del centro.
Solo que el centro que ligan, de entrada, es de concentración: un antiguo cuartel militar donde amontonan 10 donde caben 2.
Lindo Tenerife. Contradictorio Tenerife. Un sol de maravilla, hoteles con cinco piscinas, montoneras de bananos madurando en invernaderos, y montoneras de sudamericanos y negros africanos sudando bajo el plástico.
Fuera de eso lo normal: miles de alemanes que desayunan cosas imposibles, caminan como si hubieran nacidos empalados, y se va a dormir a las nueve de la noche.
¡Ah, sí! Me invitaron para dar la charla inaugural a los aprendices de escritores el 12 de mayo. Espero que hayan entendido algo, porque yo cada día estoy menos seguro de saber algo.

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