Hay un fragote entre Georgia y Rusia, por un trozo de tierra y gente que está a caballo de la frontera. Francamente, lo miraba de reojo, como casi todo lo que sucede en las irritables fronteras caucásicas, hasta que Bush -Homer Simpson en versión poco graciosa- salió con su ladera la “Gondolera” Rice a criticar a Rusia. Entonces, con un reflejo más propio del fútbol que de la política, me puse del lado de Rusia. Si ellos están en un equipo, yo me anoto en el otro, aunque sea para perder por goleada.
Después reflexioné, un poco, o hice como si, recordando un gran pensador clásico, lo que colocó las cosas en su sitio.
Los malos de allá apoyan a Georgia, porque la cuna de Stalin quiere entrar en la OTAN. Y, por supuesto, los europeos repiten el gesto.
(Digresión al margen: El pensamiento político periférico enseña que hay que bailar la música que te imponen, si no puedes imponer tu música. La diplomacia enseña que, si uno no quiere parecerse al oso del gitano, bailando esa música, agarra un instrumento y la toca mientras baila, que queda más elegante y disimulado.
Hay varios estadios de periferia: Argentina, Bolivia y Tanzania están en la periferia de afuera, casi cayéndose del juego. Alemania, Francia y los otros, están en la periferia de adentro; a ellos les dejan bailar con pandereta.)
Decía que los malos de allá apoyan a Georgia, pero Rusia toca su balalaika y también hay que bailar. Porque lo que quiere Rusia es cuidar y reconstruir su imperio, amenazado por los “desertores” que se pasan a la OTAN, y necesita mostrarse como el malo de acá.
O sea, como diría de otra guerra mi gran pensador clásico, el Corto Maltés: esta es una guerra ínter imperialista, que no cuenten conmigo.
¡Qué gran cosa es tener un cacho de cultura! Si no fuera por el Corto, hago un papelón.
Después reflexioné, un poco, o hice como si, recordando un gran pensador clásico, lo que colocó las cosas en su sitio.
Los malos de allá apoyan a Georgia, porque la cuna de Stalin quiere entrar en la OTAN. Y, por supuesto, los europeos repiten el gesto.
(Digresión al margen: El pensamiento político periférico enseña que hay que bailar la música que te imponen, si no puedes imponer tu música. La diplomacia enseña que, si uno no quiere parecerse al oso del gitano, bailando esa música, agarra un instrumento y la toca mientras baila, que queda más elegante y disimulado.
Hay varios estadios de periferia: Argentina, Bolivia y Tanzania están en la periferia de afuera, casi cayéndose del juego. Alemania, Francia y los otros, están en la periferia de adentro; a ellos les dejan bailar con pandereta.)
Decía que los malos de allá apoyan a Georgia, pero Rusia toca su balalaika y también hay que bailar. Porque lo que quiere Rusia es cuidar y reconstruir su imperio, amenazado por los “desertores” que se pasan a la OTAN, y necesita mostrarse como el malo de acá.
O sea, como diría de otra guerra mi gran pensador clásico, el Corto Maltés: esta es una guerra ínter imperialista, que no cuenten conmigo.
¡Qué gran cosa es tener un cacho de cultura! Si no fuera por el Corto, hago un papelón.
2 comentarios:
argemi cuide su neurona, acuerdese, si es argentino despues de los 30 no discutir de futbol, de economia o de futbol.
los malos siempre se encargan de embarrar la cancha para que uno resbale. Rodolfo.
argemi cuide su neurona, acuerdese, si es argentino despues de los 30 no discutir de futbol, de economia o de futbol.
los malos siempre se encargan de embarrar la cancha para que uno resbale. Rodolfo.
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