martes, 10 de marzo de 2009

Paseame el perro


Hasta puede ser una ella el Paseador de Perros, imagen ligada a la ciudad de Buenos Aires como el obelisco y Gardel.

No puedo afirmar que hayan nacido como resultado de la falta de trabajo, del amor a los animales, o que seam una tradición esotérica, más que medieval, nacida de sacar a mear al perro del alquimista para que no lo convirtiera en dragón o caca de gato por hincharle las redomas.

Lo cierto es que ahí van, oficialmente con un límite de 7 perros, pero ¿Quién sabe cuántas patas tiene un gato? Y los 7 pueden ser 12.

Puntuales como novios de otro siglo, pasan por la casa y recogen al “chucho”, que hasta se porta bien con tal de salir de joda. Y, lo crean o no, cada perro ocupa un lugar en la banda perruna. Innegociable. ¡Como los perros de los trineos de Jack London!

Claro, el/la Paseador de Perros, no pueden ir juntando las cacas de tantos culos imprevisibles. Bastante tiene con que no muerdan a nadie ni lo arrastren por el suelo.
Tal vez por esos las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo olfativo: de 11 a 14 carbón, parrilla y asado.

De 15 a 18 las baldosas se calientan y sube el olor a caca. (Sospecho que lo marrón que asoma por debajo de las baldosas rotas no es tierra. Bueno… también puede ser la Historia, que huele parecido).

Después, desde la tardecita a cualquier hora, huele pizza.
Es la hora en que los perros se remueven en sus casas, soñando con la salida de mañana.

domingo, 8 de marzo de 2009

Asado con picaflores


Por fin un asado como la gente, de la mano de R, el muchacho del Mondongo.

Pero tal vez lo mejor no sea elogiar la panza llena, el sueño eterno de un bonaerense (natural de la provincia de Buenos Aires), lo mejor, me parece, es que al asado asisten los picaflores, también conocidos por otros como colibrí o "pájaro mosca".

Esto no es el trópico, pero tiene colibríes. Aletean entre las plantas del jardín, a pocos metros del asado, como pequeños y relumbrantes manojitos de plumas voladoras. Verdes, tal vez, tal vez azules, tornasolados seguro.

Y bueno, uno para poeta no va, pero puede inventarse alguna rara historieta comiendo junto a los colobríes.

Ah, cuando R. enciende los regadores, se estacionan en el aire y se bañan al sol.

Tan frágiles, tan pequeños y tan confiados.