
La bocha se armó porque los jugadores extranjeros pagan la mitad de impuestos que los nacionales por la misma guita. Un español que gana mosca de primera línea tributa, como los ejecutivos bancarios el 43 por ciento. Si el muchacho de la pelota es extranjero, nones; el estado se conforma con el 24 por ciento.
La ley que propicia este afano (robo) fue apodada Beckham, por el señorito inglés casado con una perrita pequinesa que dice ser cantante. Con la contratación galáctica de este depilado se extendió al fútbol algo que se había hecho para favorecer el establecimiento en España de científicos, por ahora inexistentes.
La única verdad de la milanesa es que los impuestos de los jugadores estrellas los pagan los clubes, porque así está en sus contratos. A los del pantalón corto les importa un rabanito porque ellos no gastan un maravedí.
Sólo que esta vez alguien se avivó que es de giles alimentar los negociados de los clubes de fútbol, que gastan fortunas siderales que nunca, nadie, dijo como van a recuperar.
Por eso quieren que paguen como cualquier gallego, el 43 por ciento, y los clubes amenazan con ir a la huelga, con el constructor Florentino Pérez en la vanguardia.
¿Que el fútbol huele a negocio turbio? Siempre.
Hace poco hice una entrevista para El Periódico a un ex dirigente del Barcelona. Me dijo:
-Ya se sabe, en el fútbol, menos matar hay de todo.
Y no se le veía que estuviera muy convencido.
Para los que sospechan del montón de mierda en que nadan los empresarios y presidentes y directores deportivos, y otras yerbas -¡Sigameló a Valdano, Sabatarelli!- recomiendo leer “Defensa cerrada”, de Petros Markaris. Un árbitro de tercera muerto como enigma, y el negociado de los clubes como lavaderos de dinero negro.