viernes, 26 de septiembre de 2008

Una con Hombre Lobo


De vez en cuando uno puede darse un gusto. En este caso ha sido escribir una historia con “lobisón”.
Fernando Marías, patrón de la colección “Remake” de la editorial “451” -en beneficio de los distraídos, la temperatura a la que arde el papel en grados Fahrenheit- me propuso sumarme a la reescritura de uno de los grandes mitos culturales y literarios: el Hombre Lobo, el licántropo, o “lobizón” en portugués.
En esta colección ya rindieron homenaje a Drácula y Frankestein, sigue el Hombre Lobo y hay más en preparación.
No tuve que pensarlo para aceptar. Los argentinos, crecidos en el cemento o en el campo, todos, mamamos desde chicos historias de lobisones. Más, recuerdo que cuando era pibe se armó una cacería en las afueras de La Plata, cercanías del Arroyo del Gato. Un diario había recogido el testimonio de varios que habían visto por allí a un lobisón.
Así fue que, el primer día de luna llena, el puente sobre el arroyo y sus cercanías se vieron inundados de curiosos, más o menos cagados de miedo. Fue una lástima que el bicho no apareciese y que, después, corriera la bola de que había sido un invento del diario para salvarse de la ruina vendiendo más.
Resulta curioso que un presidente argentino –me empecino en creer que pudo ser Sarmiento- para terminar con la superstición de que el séptimo hijo varón consecutivo, en noche de luna llena se convertía en lobisón, instituyo el padrinazgo presidencial.
No terminó con la leyenda, que sigue vivita y coleando, pero andan por ahí unos cuantos que tienen por padrino al presidente que les tocara.
¿Y cómo iba a terminar esa “superstición”, si estaba Mendieta para confirmarla? Mendieta, el perro parlante de Inodoro Pereira, había quedado así porque siendo hombre lo agarró un eclipse en esa noche de luna llena y quedó “emperrado” para siempre.
La tercera curiosidad, mucho menos importante para una leyenda, es que en Sudamérica no hay lobos. Entonces, a falta de lobo, los lobisones se “emperran”, y ahí van, como grandes perros negros haciendo tropelías.
Me di el gusto -con lobisón en la pampa de fin del XIX- y mi relato encabeza el libro recién sacado a la venta por “451”. Ojo, encabeza porque apellidarse con “A” tiene ventajas para el orden alfabético, siempre y cuando no se trate de una lista de fusilamientos.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Tonto con aceite


Esta mañana, cuando me arruinaba el domingo leyendo las repercusiones y las implicaciones económico/sociales/y anda a saber qué más, de la intervención del gobierno de USA para salvar empresas atrapadas en las garras del “libre mercado”, me entró un mensaje en el móvil (celular). Recibo varios por día, sin haberlos pedido, proponiéndome las cosas más variadas. El de esta mañana me decía que si no tenía “solidificador” para el aceite usado, “Frito Limpio” me lo mandaba gratis.
(Si usted está en otro mundo, le explico. Acá se considera contaminante el aceite de freír, si se lo arroja por las cloacas. De comerlo no dicen nada. Entonces, cuando la freidora está llena de aceite muy usado, uno le suma unos polvitos, revuelve, y al rato el aceite es un zocotroco de gelatina consistente que puede arrojar a la basura, sin que se escurra de la bolsa. Los que separan orgánico de no orgánico, o desarman el cartón de leche porque adentro es de aluminio y, ya se sabe, el cartón va por un lado y el aluminio por otro, en beneficio de la salvación de su alma no contaminante, están chochos con el solidificador de aceite.)
Bien, me dije -bajo los efectos del intervencionismo de Estado más descarado- no tengo freidora, y si el aceite no me mata a mí, calculo que tampoco a los pescaditos del Mediterráneo, que está en la otra punta de mis cañerías.
Pero entonces ella frunció el ceño y dijo: Estamos cada día más estúpidos. ¿Quedamos así después de mayo del 68? Creemos en la justicia, en la responsabilidad social, en los gobiernos, en los políticos, en que se puede vivir con buena fé, pero no sabemos un pimiento de economía. ¡Ni nos interesa! Nos parece un adelanto cualquier medida “social”, pero la economía se la dejamos a ellos, los que manejan empresas que cuando ganan se quedan con la parte del león, y cuando pierden nuestros ahorros les salvan la vida. ¿Y sabes qué es lo peor? ¡Ellos tampoco saben nada de economía! ¡Está a la vista! ¡Estamos cada día más tontos! ¡Ellos y nosotros!
Me tomé una taza y media de café con leche pensando en lo que dijo ella, y decidí jugarme: me voy a comprar una freidora, voy a pedir el solidificador de aceite y a separar lo orgánico de lo no orgánico. Para tonto, que sea al cien por cien.