sábado, 13 de diciembre de 2008

Sabado 13 con patefuá




Texto de la presentación en Negra y Criminal el 13 de diciembre.

Las presentaciones de libros son un plomazo. Hay uno que habla porque lo lo leyó, otro que sufre, porque es el autor y teme que el primero cuente el final y uno montón que ponen cara de aburridos, porque aún no lo leyeron.
Por eso he vuelto a pedirle a Carlos Padula que me de una mano en esto que podemos llamar, otra vez, un servicio para la comunidad. Como lo hicimos ya una vez con “Siempre la misma música”.
Daremos pistas, claves, para acercarnos a los personajes y la historia de “La última caravana” o “Patefuá”, como sus lectores comienzan a llamarla, por el tarro de patefuá de la tapa.
Como esta última caravana transcurre en Argentina, en medio de una crisis que hoy el mundo, por pura envidia parece decido a copiarnos, la reseñaremos con unos tangos. ¿Por qué? Porque por aquellos lares las crisis no terminan nunca y desde la época de Gardel se componen tangos dedicados a la falta de mosca, mangos, guita, la lunga mishiadura.
Veamos si no es cierto. “Argentina primer mundo” de Eladia Blázquez, compuesto en 1997.

“Todo el mundo está en el oro, dado vuelta de la nuca
¡Nos vendieron hasta el loro, la altivez, la dignidad!
No terminan de asombrarnos, y es tan grande el desatino...
Que a la leche y hasta el vino, hoy por hoy...
¡Les tenés que desconfiar!”

Con un tangazo de 1930 que parece de la semana pasada, Cambalache, de Enrique Santos Discépolo (1935):

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
en el quinientos diez y en el dos mil también;
que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos
valores y dublés...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue de maldá insolente
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseados.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador.
Todo es igual... Nada es mejor...
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos
ni escalafón...
Los inmorales nos han igualao...
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición
da lo mismo que si es cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón...
¡Qué falta de respeto! ¡Qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclaos con Stavisky
van don Bosco y la Mignon,
don Chiccho y Napoleón,
Carnera y San Martín,
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
¡El que no lllora no mama
y el que no afana es un gil!...
¡Dale nomás! ¡Dale que va!
¡Que allá en el horno nos vamo’a encontrar!
No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao.
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley.

,,,,, o ……

Uno, que hasta ayer se creía nuevo, recién inventado, termina por saber que todo se repite y no nos separa nada de 1930. Por eso les propongo deshojar “La última caravana” como una cebolla, por círculos concéntricos.

PRIMERA PELADURA

Así, en primera peladura hay solo dos personajes: el que escucha y el que narra.
Laura, la que escucha, busca pistas sobre su padre, al que no ve desde muy chica.
Roque Pérez, el que narra porque siempre fue un narrador frustrado, tal vez sea su padre, tal vez no se llame Roque Perez, pero estuvo allí, en Fiske Menuco, donde sucedió la historia dieciséis años antes.
Una historia que tuvo mucho de espejismo. En palabras del mismo tal vez Roque Pérez:

“Por un raro espejismo creímos que éramos ricos. Que podíamos contradecir las leyes de la economía, y hasta las de la gravedad, y nos fuimos ahogando, uno a uno, mientras bailábamos en la cubierta del Titanic.
Señalo la presencia del espejismo, porque sin aceptar que existió, la “Operación Bolsa de Gatos”, la gula sexual y cantora de las oblatas, o la diáspora hacia la nada de un centenar de jubilados, parecen parte de una leyenda inverosímil. Juro que todo fue verdad.”
A ese tiempo de Roque Pérez le cabe el tango Dónde hay un mango:

¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?
¡Los han limpiao con piedra pómez!
¿Dónde hay un mango que yo lo he buscado
con lupa y linterna y estoy afiebrado?
¿Dónde hay un mango pa' darle la cana,
si es que se la deja dar?
¿Dónde hay un mango, que si no se entrega
lo podamos allanar?
¿Dónde hay un mango,
que los financistas, ni los periodistas,
ni perros, ni gatos,
noticias, ni datos
de su paradero no me saben dar?


SEGUNDA PELADURA

Desde el encuentro de Laura y el narrador pasamos podemos pelar otra vuelta de la cebolla.
Segundo círculo, condenado a protagonizar la historia, varios personajes reunidos para formar un partido que haga realidad las banderas de la Revolución Francesa de justicia y libertad y, para eso, robar un banco. Son ellos:
Billy Hinostroza, el que cortó su carrera hacia astro del rocanroll por la militancia y la cárcel, y vuelve por la revancha con una peluca que oculta su calvicie.
Sosita, apodado el desaparecido, porque eso fue durante un tiempo y lo atormentan tres meses de amnesia, durante los cuales no sabe si no fue un delator o un torturador, además de torturado.
Santos Inoc, un humilde “cartonero” de Tucumán, que conoció su época de ser más que un cartonero cuando militaba y en la cárcel.
Y Amanda, la única mujer del grupo y ex presa. La que nació para mártir, sufrida comunista o monja misionera.
Este grupo, apretado por la sequía económica, come fuerte una vez al día, “sánguches” de patefuá y mate cocido.
Lo que nos obliga a presentar otros dos personajes, esenciales para toda la historia:
El Patefuá y La Calesita.
Se dice “patefuá” a una pasta que viene en lata titulada “pate de foie”, y que reconoce ancestros en el paté de hígado de ganso o de cerdo, solo que este es de vaca y vaya uno a saber qué más. Pocas cosas, de comer, pueden ser más baratas. Con patefuá de hígado de vaca, pan y té de mate, llamado mate cocido, se puede sobrevivir a una guerra nuclear, como lo demuestran las sucesivas crisis argentinas. En la novela se dedica todo una capítulo a la genealogía de este alimento, presente a lo largo de todas las páginas.
Billy, Santos Inoc, Sosita, Amanda y el propio Roque Pérez siguen vivos gracias al patefuá.
Como dice ¡Qué va cha ché!. (Enrique Discépolo/ 1926):

¿Qué culpa tengo si has piyao la vida en serio?
¡Pasás de otario, morfás aire y no tenés colchón!
¡Qué vachaché, si hoy ya murió el criterio;
vale Jesús lo mismo que el ladrón!

En cuanto a La Calesita, dos cosas: en Argentina se llama calesita al carrusel, el tiovivo de España, en fin, eso que gira y da más vueltas con caballitos de madera y tal vez niños arriba.
En “La última caravana”, el estado ha entrado en una vorágine que suprime reparticiones oficiales al tiempo que crea otras, y los empleados públicos, los funcionarios, van de un lado a otro, sin domicilio fijo, presos de esa calesita que gira y gira, en una ficción de avance, que no va a ningún lado.
Billy el roquero, Santos Inoc, Sosita, Amanda y el propio Roque Pérez siguen vivos gracias al patefuá, y han llegado a juntarse por fuerza de la calesita.
Para hablar de ellos, sus sueños y sus amores contrariados, bien vale un mundo que gira y gira, “yira, Yira”:

Yira...Yira

Cuando la suerte, que es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar.
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás...
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda el dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao;
cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí;
cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar,
te acordarás de este otario
que un día cansado,
se puso a ladrar...


TERCERA PELADURA


Ellos no lo saben, pero no son el principal protagonista. Los protagonistas de esa comedia trágica, que tampoco lo saben son otros, un montón de gente en las calles, que podría decir, como esta canción de Raimundo Barcos en los años 30:

Rosalía, Rosalía,
hay que hacer economía.
El dinero se termina.
Suspendé la permanente,
el esmalte de las uñas,
y olvídate de la gente.
Rosalía, Rosalía,
¿Dónde vamos a parar?
La cartera se me afloja,
sí no das vuelta la hoja
yo me voy a divorciar.

Esos que hacen el montón y unos pocos a la vista:
El Hombre del bar, que en su sabiduría de barra elucubra a cada rato un camino nuevo para salvar el país, delirante en su optimismo.
El inventor del “pesolar”, un peso igual un dólar, delirio muchos creyeron producto de su constante borrachera hasta que otros lo reinventaron y 30 millones lo creyeron posible.
Pentrelli, un sindicalista al que la Calesita le cambió el mundo porque nunca sabe dónde están sus afiliados.
El hombrecito, el ayatolá, el compañero Tito, que inventó el partido que reúne a los otros, y que va a hacer realidad las banderas de la Revolución Francesa, y proclama:

“-Libertad... Fraternidad.
-Libertad, fraternidad... ¿no te falta “igualdad”?
-La descarté porque es un concepto peligroso. Los que llegan al poder terminan por tener un modelo en la cabeza, y amputan con el hacha todo lo que te sobre para ser igual.”

Tito, el ideólogo del robo al banco, porque necesitan dinero para financiar la revolución y porque:
“Todo el mundo sueña con robar un banco. La diferencia está en que nosotros lo vamos a hacer, Roque. Vamos a arrancar ganando.”

Y también las Oblatas. Las habitantes de un convento de monjas oblatas desactivado. La mitad ex cantantes de coro, y la otra mitad putas en ejercicio. Al fin, no está muy claro quien canta y quien hace lo otro o todo a un tiempo, y poco importa cuando deciden dedicarse a la política.
Las oblatas, que se cantan todo, podrían cantar ¡Qué vachaché!, un gotán Discépolo de 1926.

“Piantá de aquí, no vuelvas en tu vida;
ya me tenés bien requete amurada...
No puedo más pasarla sin comida

ni oírte así, decir tanta pavada...
El verdadero amor se ahogó en la sopa;

la Panza es Reina y el Dinero es Dios.
¿Pero no ves, gilito embanderado,

que la razón la tiene el de más guita,
que la honradez la venden al contado
y a la moral la dan por moneditas?


CUARTA PELADURA

Y pelamos entonces la última capa de esta cebolla llamada “La última caravana”, o “patefuá” si les gusta más, para encontrarnos con una realidad de a puño, de a puño de Casius Clay: cuando uno pela la última piel de una cebolla no queda nada. El corazón de una cebolla es la “no cebolla”.
La no cebolla de la economía. De la ilusión de la economía. De la ilusión que juega a favor de la sartén y se carga al pescadito frito.
La sartén, cuando gana, adora la libertad de mercado y quiere el estado bien lejos. Cuando pierde, cambia las reglas de juego y hace que el Estado, los impuestos de millones de pescaditos fritos, paguen sus deudas y les den más ganancias. Lo que sucede en todo el mundo por estos días.
Los pescaditos fritos… esos, como suelen decir los presos en la cárcel: estamos para perder.
¿Qué no se entiende nada? Al contrario. Se entiende tanto que, si lo entendemos un poco más, o hacemos una revolución o nos suicidamos.
Los gobiernos pasan, los bancos quedan. Y las crisis es y será igual en el 24, en el 30, en los 80 o hace cuatro días.
A la sartén, a los locos queribles y tiernos de “La última caravana”, y a nosotros, pescaditos fritos, nos dedicamos “Al mundo le falta un tornillo” un tango de 1933, cantado por Gardel, que parece compuesto hace cinco minutos.



Todo el mundo está en la estufa,
Triste, amargao y sin garufa,
neurasténico y cortao...
Se acabaron los robustos,
si hasta yo, que daba gusto,
¡cuatro kilos he bajao!
Hoy no hay guita ni de asalto
y el puchero está tan alto
que hay que usar el trampolín.
Si habrá crisis, bronca y hambre,

que el que compra diez de fiambre
hoy se morfa hasta el piolín.
Hoy se vive de prepo
y se duerme apurao.
Y la chiva hasta a Cristose la han afeitao...
Hoy se lleva a empeñaral amigo más fiel,
nadie invita a morfar...
todo el mundo en el riel.
Al mundo le falta un tornillo
que venga un mecánico...
¿Pa' qué, che viejo?
Pa' ver si lo puede arreglar.


¿Qué sucede?... ¡mama mía!
Se cayó la estantería
o San Pedro abrió el portón.
La creación anda a las piñas
y de pura arrebatiña
apoliya sin colchón.
El ladrón es hoy decente
a la fuerza se ha hecho gente,
ya no encuentra a quién robar.
Y el honrao se ha vuelto chorro
porque en su fiebre de ahorro
él se "afana" por guardar.
Al mundo le falta un tornillo,
que venga un mecánico,
pa' ver si lo puede arreglar.

Y con este tango cerramos la introducción a una novela que ustedes tienen que comprar para que yo pueda seguir escribiendo. Una historia de amores, sueños, delirios, dementes que se creen cuerdos y el robo a un banco que quien sabe cómo termina. Si luego, al cerrar el libro, sienten que de muchas maneras, como estos tangos, hablaba de ustedes… cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
(Por razones de espacio dejamos para una próxima entrega las letras completas de los tangos fragmentados)