sábado, 9 de octubre de 2010

Segunda y última de un desorientado

4 de octubre: Como soy un paranoico pienso que los tienen escondidos fuera de la vista. Los alemanes son todos tan amables y educados que… ¿dónde están los otros? Sospecho que los convierten en hinchas de fútbol y los mandan a joder por el mundo. Por la noche, en Bad Homburg, leemos en una biblioteca para un público con nostalgias. Uno que vivió en El Chaco, ligado a la industria del algodón, una pareja que tuvo un hijo en Buenos Aires, y un porteño que hace 30 años vive por aquí. También hay un dúo de tango. Él, germano, voluntarioso y pianista, ella suiza, flaca, lunga y con un violín algo gatuno. Yo afirmo que los griegos crearon la tragedia idem para justificar la existencia del tango y creen que hago un chiste.
5- En el balcón de mi habitación crecen ajíes putaparió (chiles) rojos y amarillos. Una ardilla pasa que se las pela juntando bellotas. Chau. Tren, trasbordo, una hora de auto y llegamos a Bad Berleburg, alojamiento en la hostería Landhaus Wittgenstein. El silencio duele en los oídos. Colinas boscosas por todas partes. Casas cuadradas con techo de pizarra, escapadas de Hansel y Gretel, todo azúcar blanco y chocolate. Si alguien tuviera que describir su casa para que la encuentres se vería en un aprieto, son todas tan parecidas, que puede intuirse un empeño en no destacar ni hacerse notar. Ayer estuvo Claudia Piñeiro y también el platense Ernesto Mallo. Pienso. Dos platenses en tan poco tiempo puede ser demasiado.
Noche. Sorpresa. Los comercios prestan sus instalaciones para actividades culturales. Estamos en un gran tienda que vende de todo. Describo. Mesa de lectura. A nuestras espaldas, calzones, corpiños, sostenes, bodys, slip, puntillas y más puntillas, a mi derecha una adolescente en camisón me hace ojitos desde un afiche. A mi izquierda, un perro negro y grande, de porcelana, lleva al cuello una cinta argentina. Sirven vino argentino y después habrá empanadas, decorado el plato con una escarapela argentina. ¡Ay! Me digo, si aquel agente de la mafia italiana llamado Frenchy Berutty estuviera aquí moquearía de emoción.
Mucha gente, good show y cierre del acto con el regalo de un adoquín de 15 x 15, símbolo de la actividad cultural en Bad Berleburg. Lo guardaré para futuros tumultos.
6 de octubre: Frankfurt. Nos trajo una señora que, en estos días, hará los arreglos para que Bad Berleburg, el año que viene, por estas fechas, tenga su ración de extranjeros. Islandia será país invitado. Un año… o sea… igualito que en Argentina, o España, para no despreciar lo que tengo cerca.
¡Por fin la cagaron en una! No tengo habitación hasta las 14 y son las 10,30. ¡Ja, son humanos! Boludeo en el loby escribiendo estas impresiones poco impresionantes.
Por la noche, después de varias entrevistas en la Feria de Libro de Frankfurt, y un paseo por el pabellón argentino, Kirsten Brand me traduce en una lectura en la sede central de IGM, el poderoso sindicato del metal de Alemania. Impresiona. Creo que más de un metalúrgico de argentina se moriría con gusto si le prometen enterrarlo en esta demostración de poder sindical. Moderaba Rosa Ribas y todas las preguntas fueron políticas. ¿El pabellón argentino y el stand? Rebusco la mala leche argentina y no encuentro nada para criticar; está muy bien.
7 de octubre: Una periodista me interroga a cerca de la espiritualidad y la fé. Me confieso ateo militante y cristiano por defecto, como todos los occidentales. Insiste élla e insisto yo: sólo me importa el reino de este mundo. No creo en Dios, pero sí en la existencia de las iglesias, y todas terminan pidiéndote que degüelles a tu vecino para salvar tu/su alma. Probablemente me pondrá diciendo alguna boludez. Como decía Norman Mailer, uno nunca puede ser más inteligente que quien lo entrevista.
Mediodía: Mesa redonda con el escritor alemán Friedrick Ani en la Feria. Modera Thomas Wörtche. Con el alemán parecemos gemelos de cabeza. Cuando cerramos Friedrick Ani recomienda fervorosamente mi “Camalön Cacho” (Penúltimo nombre de guerra) y para sorpresa de la editorial agotan los que llevaron.
Me atrapa un fotógrafo italiano y hago el pavo, es decir el modelo, durante un rato. Fini. ¡Fini! Ahora sólo me queda hacer tiempo hasta tomar el avión rumbo a casa.
Durante todo este día me acompaña Seraina, que habla argentino. Sí, argentino. La piba, suiza, vivió unos años en El Chaco y Buenos Aires. Boludeamos y vamos a dar a un stand donde una argentina enseña a bailar el tango a los alemanes. Es más fácil enseñarle a tomar mate a un pescado. Cuando la argentina pide un compañero de baile huyo, y me encuentro a Ernesto Mallo. Era inevitable. Si hay dos platenses en medio de miles de personas, en una feria que parece una ciudad, están destinados a encontrarse.
Vuelvo al pabellón argentino y encuentro el libro de los autores idem. Albricias, está el flaco Guillermo Orsi, por fin se dan cuenta de que existe.
Subo al avión y me quedo frito. ¡Cómo cansa estar todo el tiempo en territorio comanche! En Barcelona hace un calor de verano, y ya estoy en casa.


UN DÍA MÁS TARDE
Noticia de los diarios: los alemanes pactarán una subida de sueldos masiva, porque consideran que ya salen de la crisis. ¿¿¿¿¿????? Casas más, casas menos, igualito que en Santiago.


domingo, 3 de octubre de 2010

Apuntes de un desorientado


28 de setiembre. Viena. Sussana Mende, la traductora de mis novelas en Alemania, y esta vez también lazarillo de este mondonguero, me rescata en el aeropuerto. Festejan la “Die Kriminacht” -creo que es noche criminal- y leemos en la biblioteca central. Cuando llego hay un grupo con fotos mías, para que se las firme. Cada uno porta su lápiz especial para escribir sobre fotos. Son austríacos, claro. Parece que encuentran muy original que en la foto salga fumando. Yo, bah, alguien que veo firmar con mi mano, firma como si fuera Robert Deniro. Bueno, que tampoco es mucho más alto que yo. No me reconozco.
29- Entrevistas. ¿Por qué los periodistas de cultura se sienten en la obligación de mostrarse ingeniosos y cultos?
30- Frankfort. De cinco estrellas bajamos a media, pero con calor de hogar. En el hotel parece haber una convención de negros africanos. Día del traductor. La número uno es Sussana y voy de apoyo. Lectura en biblioteca y encuentro con Rosa Ribas, excelente narradora catalana de novela negra devenida vecina de Frankfort. Luego del chamullo carrera contra el hambre. Los alemanes cierran la cocina a las 10 de la noche, y andá a comer a la iglesia. Pero hay excepciones y me castigo folclóricamente con salchichas, puré y chucrut.
1 de octubre- Desayuno rodeado de africanos. Uno se equivoca y se sienta a mi mesa, pero enseguida sale corriendo y otros africanos le hacen un lugarcito. Ese no sabe que los sudacas somos todos negros. Tren a Unna/ Bönen, cuenca minera del Ruhr. Mis hoteles parecen la bolsa argentina o española, mis acciones suben a suite. Lectura por la noche con Claudia Piñeiro y Ariel Magnus, más moderador alemán que mejor olvidar, más dúo tanguero de guitarra y acordeón. El acordeonista es ciego, pero no fuma como el de Carriego. Tocan como los dioses. También hay empanadas tamaño alpargata. El sitio es pa’ una película de tiros: un edificio torre lleno de hierros, pasarelas y poleas gigantes, lo único que han dejado de una ciudad minera, sobre la boca de una mina de carbón cerrada. En serio, se cargaron la ciudad y plantaron mucho pastito. Joder con los mineros. Es parte de un festival en plan bestia que ocupa todas las ciudades de la región con novela negra. Ni que fueran brasileños por lo desmesurados.
Día 2- Dentro del mismo festival, lectura en Unna/Recklinghausen, que está un poco más allá. Vamos en coche. A 230 por hora. Acá no hay límite de velocidad, y para matarse mejor que sea con mucho ruido.
A la lectura se suma Helena Rüegg y su bandoneón. Un hallazgo muy afortunado. Estudió con Rodolfo Mederos y hasta sabe y canta un tango en jidish, lo que viene de puta madre para narrar “Siempre la misma música”, que en alemán se llama algo así como “Cuando el ángel toca esa canción”.
El hotel es una casona de rico de 1701 y tiene una fuente con un ángel. Me hago una foto con el ángel.
3 de octubre: Tren a Colonia, Frankfort y Bad Homburg, ciudad satélite de Frankfort. Hoy no tenemos lectura y flamean las banderas alemanas. Es el día de la reunificación.
Por la tarde peleo con un ordenador sin eñes y zetas y gano. Por la noche me zambullo en una bodega española y chamuyo con el camarero dominicano ¡Que alivio!. Paella, tinto de la casa y de postre brandy Veterano y café. ¡Ah! Por un rato casi estoy en casa. Pero en casa la Pepa incuba algo y tose. Ya me quiero volver.
Me voy a la cama con “Monstruos perfectos”, novela negra de Miguel Ángel Molfino, que estoy leyendo por segunda vez en este viaje y que cada vez me gusta más. ¿Será porque el Chaco, polvoriento, caluroso, desaliñado, compite con ventaja con este mundo de parques con todos los pastitos a la misma altura? ¿O será que uno nació para pobre? Gran cebador de tereré el Molfino, y pensar que ahora hasta escribe haikus, el Chaco puede con cualquiera.


ACOTACIÓN AL MARGEN
Para comprar cigarrillos en las máquinas que hay por ahí, uno tiene que pasar una tarjeta que lo acredita como mayor de 18 años. Pero en muchos sitios dejan una tarjeta, quien sabe de quien, colgada de una cadenita y es fácil ser mayor de 18. Todos somos berlusconianos, hasta en la germania.