martes, 6 de febrero de 2007

Tipos raros, los músicos


Hace unos días, un amigo de Baires, se preguntaba cómo había hecho el violonchelista Yo Yo Ma para cazar el sonido Piazzolla en su CD “Soul of tango”. Con lo que me entraron ganas de contar dos historias de músicos, íntimamente ligadas.
Cualquier guitarrista sabe que si quiere tocar flamenco será mejor que fatigue unos cuantos días, con sus respectivas noches, codo a codo con alguno de los flamencos de verdad, porque hay toques que no se aprenden en el conservatorio.
Yo Yo Ma, considerado el mejor violonchelista del mundo, sabedor de lo que no sabía, aprovechó un viaje a Argentina para conocer a José Bragato, para tocar a su puerta y pedirle, con la sencillez de los grandes, que le enseñe los “yeites” (trucos) de arco y digitación que hacen el sonido Piazzolla, visto desde un violonchelo.
La amiga que me contó esta historia aseguraba que cuando Bragato se vio ante el chino pidiéndole que fuera su maestro, casi se cae de espaldas.
(Breve paréntesis: José Bragato, que como muchos argentinos nació en otra parte –a él le tocó Italia- fue “el” violonchelista de Astor; y lo acompaño hasta la última formación orquestal que tuvo Piazzolla antes morir.)
Ese es el secreto de “Soul of tango”. El saber que no se sabe, y no tener vergüenza de bajarse de la estatua para pedirle a un violonchelista del fin del mundo que sea su maestro.
Me acuerdo de esta historia cada vez que los mediocres –me incluyo, claro- hacen gala de no tener nada más que aprender.
Y en tren de Piazzolla y músicos, la otra historia, recibida de primera mano.
Cuando Astor Piazzolla quedó en ese estado que llaman “vegetativo”, tal vez por la falta de conciencia propia de las espinacas, Héctor Stamponi llegaba cada día hasta su casa.
Stamponi, pianista, compositor y prócer del tango, cada día se sentaba al piano, en la habitación contigua a donde el bandoneonista yacía, y tocaba. Tocaba la música que le gustaba a Piazzolla. Luego, más tarde, se despedía con un “hasta mañana, Astor” y retornaba caminando despacio; porque él tampoco estaba para muchos trotes.
Alguien, una vez, le dijo: Piazzolla está en coma ¿vos creés que te puede oír?
El contestó: Estoy seguro. Es un músico. ¿Cómo no me va a oír?
Y esa rutina se repitió, día tras día, sin que trascendiera porque a Héctor Stamponi lo mataba el pudor. Hasta que Astor se piró al cielo de los músicos.
Algún tiempo después se fue Stamponi.
Puedo imaginarlos: Astor, Stamponi, el gordo Troilo, Gardel, provocando las protestas de San Pedro porque trasnochan tupido, tocando, siempre tocando.
Son tipos raros, los músicos.

lunes, 5 de febrero de 2007

Cosas de familia


Ayer Grafolito del Duraznero, que para gusano es bastante anarquista, reptaba babeando sobre las páginas de un diario, mientras se agarraba la panza de pura risa.
Haciéndome el distraído observé que el tipo se revolcaba sobre una foto, en colores, con dos pimpantes señoritas casi desnudas que se acariciaban con naturalidad propia de bailarinas de barra americana.
-¡Pobre mujer, qué desgracia!- dijo, y tuvo otra convulsión de risa.
Aclaro que esas muestras de regocijo en público me ponen nervioso. Sobre todo porque el diario era del bar donde estaba consumiendo mi vermusito, y si pensaban que las babas eran mías mi modesto prestigio de tipo serio se iba al carajo.
Lo cierto es que Grafolito me hizo el típico gesto de la tribuna a los bomberos en los días de calor, y metiendo un dedo en el vermut calmé sus ardores con breve llovizna. Entonces sí pude enterarme de qué se reía.
Resulta que Máxima de Holanda, nacida Máxima Zorreguieta, tiene un prima striptisera, especialista en escenas lésbicas. No me consta, pero eso es lo que decía el diario.
-La prima está como un camión. ¡Pobre mina! -repetía.
Entonces recordé que cuando Máxima -argentina ella- casó con su príncipe, hubo algunos problemitas de protocolo, porque papá Zorreguieta tiene un pasado poco presentable como funcionario de la dictadura de Videla. Y ya se sabe, los dictadores, de cualquier clase, siempre nombran en lo que sea a los amigos. Es una manía que tienen.
Claro, lo que pasó, pasó. Máxima lagrimeó en su boda con “Adios Nonino”, el tango preferido de papá, y don Jorge Zorreguieta se quedó afuera de la fiesta.
-Pobre mina –pensé- ¿Qué culpa tiene el tomate? ¿Por qué los hijos tienen que pagar los platos rotos por los padres? Encima le sale una prima cabaretera. ¡Pobrecita!
Y, en un ataque de liberalismo cuáquero, se lo dije a Grafolito del Duraznero. Que automáticamente dejó de reír y me miró como con bronca y junando de rabo de ojo a un costado.
-¿Sos loco vos, o comiste pintura? A mí me da lástima la morocha. ¿Sabés que cruz tener una prima reina y un tío socio de Videla? ¡Pobre mina… pobrecita, si se le nota en la cara que está acomplejada!
Con un ataque de pánico cerré el diario y nadie escuchó el parlamento de Grafolito. Es que, de pronto, me imaginé en la Legión, condenado a perpetua y pateando arenas del desierto, porque en España no se puede hablar de la monarquía local, y de las otras, por las dudas mejor cuidarse. Además, que quiere que le diga, a mí la morocha prima y sobrina no me parece tan traumada.
El diario con la dupla fiestera no lo conservé, pero en Holanda le dieron tapa a la morocha. ¿Usted la ve muy acomplejada? A mí me parece que Grafolito aprovecha cualquier excusa para subvertir el orden. ¡Qué se puede esperar de un gusano!.

domingo, 4 de febrero de 2007

Miradas


Reconocimiento tardío: el dibujo de "Revolución vertical" es autoría de Fran "El Maño". La foto de "Miradas" no requiere explicación, creo.

Aclaración necesaria: si alguien cree que renovaré este blog todos los días, se lo digo, está "de la cabeza".