jueves, 18 de enero de 2007

No quiero pedir permiso

¿De quién queremos obtener aprobación, cuando damos tantas vueltas para justificar un suicidio? La señora que decidió quitarse la vida en Alicante estaba en su derecho. Y reivindico para mí, y para cualquiera, ese íntimo derecho. ¿Es necesaria tanta cristianización, tanta mística seudo “progre”, para justificar que alguien deje de ser, definitivamente? Una duda me asalta. Si a los voluntarios de la muerte -o como quieran llamarse- les propongo acompañarme cuando me vuele la cabeza de un tiro, porque no soporto más el asco de vivir ¿estarán conmigo, o me exigirán un certificado médico? Si les invito a ver como salto desde quince pisos de altura para estrellarme, sucia, sangrienta y no menos definitivamente contra el asfalto, sin dar cuenta de las razones de mi última decisión ¿estarán allí? ¿O sólo admiten la muerte dormilona de las pastillas, edulcorada con frases tales como “buscar el descanso”? Juro que los comprendería solo si se negaran por razones estéticas. El resto, me parece, es misticismo de culebrón.

6 comentarios:

Fallarás dijo...

Mira que eres cafre, Argemí. Yo lo cuento de forma un poco más fina...

Unknown dijo...

nada mejor que cinco dedos en la mano y una terracita con sol para poder admirarlos

Sergio dijo...

Cinco dedos o 50 no te van a bastar de todos modos para amortiguar el contacto con el asfalto si venis desde 15 pisos en caida libre. Asique por lo menos usalos bien, pero antes.

Anónimo dijo...

Mientras no salpiques, está todo bien chabal

Anónimo dijo...

Me revindico contigo en este íntimo derecho,...
Sólo aceptaría acompañarlos por razones estéticas. Por estética justificaría mi suicidio.

Anónimo dijo...

Sopeto, saliste muy bien en las fotos y muy buena la mención a los 5 dedos que fueron modelo de tantos dibujos de gallinas...
..Abrazos...Pato