Los "perros de la guerra" están de capa caída. Cualquier pelotudo se anota en su negocio y se jode la mística.
Tal vez esto sea lo que piensa Simon Mann, el oficial de mercenarios que intentó un golpe de estado contra Obiang, dictador vitalicio de Guinea Ecuatorial, que fracasó porque los que se emborrachan hablan de más y quedan presos en el camino.
Hoy, los mercenarios, eufemísticamente llamado agentes de seguridad, no sólo torturan en las cárceles de Afganistan, Irak y tal vez Colombia, sino que están a punto para subirse a los atuneros españoles para cuidarles el culo de los piratas. Hasta no hace mucho, el mercenario era una mierda de alquiler. Hoy los estados les piden por favor que se legalicen.
Para Simon Mann, seguro que esto es una desgracia, porque él va de folclore antiguo. Alguien, no se sabe quien, pero sí que el hijo de Margaret Tatcher estaba en en el negocio, lo contrató para que derrocara a Obiang. La cosa se jodió, terminó preso, se hizo amigo de los malos, que para un mercenario son futuros clientes, y zafó de la cárcel por indulto.
Lo que me preocupa no es Obiang, sino sus tolerantes amigos. Cuando estuvo en España, este genocida de lo mejor de Guinea Ecuatorial fue recibido por el rey y Zapatero. Claro, en un país donde hasta hace poco solo había batatas, ñame y mandioca, hay petróleo. A mover la cola perrito.
Creo que España debería tener una actitud distinta. Guinea Ecuatorial fue su colonia, hasta que la declararon en libertad, habiéndola dejado más pobre y más pelada que como la encontraron. Es indecente bailarle el mono a Obiang, y doblemente indecente si lo hace España.
En fin, que Simon Mann tendrá que elegir en delatar el turrito hijo de la Tatcher, para que se pase como él un par de añitos en cana o hacerse mercenario oficial de algún estado, que hasta le garantizan la jubilación.¡Joder! ¡Ya ni la mística berreta (cutre) del soldado de fortuna respetan!
domingo, 8 de noviembre de 2009
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