martes, 28 de abril de 2009

Mujer de bandera


Titulares del diario del barrio El Mondongo:
¿Golpe de estado galo? ¿Cristina Fernández tiró la toalla? ¿Compraron la banda para la Dama Presidencial en el aeropuerto y sólo les quedaba esa? ¿Los argentos tendremos que hablar francés?
Y todo porque Carla Bruni, una mujer de bandera, luce en el pecho la banda celeste y blanca de Argentina.
¡¡¡Ni eso nos queda!!! Triste destino, paisano, pa´ un abanderau argentino…

13 comentarios:

Jorge Rafael dijo...

raul Argemi, te queda poco tiempo de libertada asesino hijo de puta...vas a volver a argentina, donde tenes que estar preso..la gente no se olvida de vos..tranquilo, la historia se va a dar vuelta. TERRORISTA, CAGON y TRAIDOR

Anónimo dijo...

Hombre, hombre, han vuelto los tocapelotas. Ya les echábamos de menos, mariconazos. Lamentamos su impotencia.

Anónimo dijo...

Hola Jorgito, no lo tomes a mal, pero si hay algun cagon en este blog sos vos. Argemi estuvo en Argentina hace poco y se lo hizo saber a todo el mundo a traves de estas paginas. O sea que si no tuvistes los huevos para buscarlo y "quedar a la salida", ahora no digas nada. Que te garue finito.

Anónimo dijo...

Cambiando un poco de tema, creo que la banda blanquiceleste de la Bruni es el primer paso de una maniobra de Nestor Kirchnner para hacerle trueque a Sarkozy. Seria una jugada maestra. ¡¡Bruni Presidenta!! Néstor primer damo.

Anónimo dijo...

Volvieron los Lobos ?
Lobo-Ludo se llama el jorgito & cia.
R.

Anónimo dijo...

Torturador, Secuestrador, Asesino,... sí prefiero estar de los lobos ludos, pero dormir tranquilo.
"nunca es triste la verdad... lo que no tiene es remedio"

Anónimo dijo...

Cierra la boca, cobarde anónimo, y no utilices magníficas frases del maestro Serrat para ilustrar tus pésimos argumentos.
Pobrecito Joan Manel, si supiera que esa frase suya es utilizada por alguien como un triste anónimo.

Y Sr. Argemí, no le niego que la Bruni esté para mojar pan, pero perdone, para señora de bandera la que tiene usted, perdone que le diga. Que además de lucir piensa, y se manifiesta.

Una incondicional admiradora.

Silvia

Anónimo dijo...

Salutte Laburante!
Dejalos que ladren Sancho.
Viva la Pepa. R.

Anónimo dijo...

No ladramos... te recordamos que NOSOTROS SABEMOS QUIÉN SOS.
"Si la historia la escriben los que ganan...ESO QUIERE DECIR QUE HAY OTRA HISTORIA"...

Anónimo dijo...

Jorgito si vas a escribir trata de ser original y no andar afanando frases. Boludon!. R.

Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas. dijo...

En la Argentina, hubo un tiempo en que las sentencias las impartían las organizaciones terroristas. Eran sentencias de muerte. El domingo 28 de abril de 1974, el brazo del terror bajó el martillo contra un juez de la Nación, Jorge Vicente Quiroga.

Ese día, quien había sido uno de los jueces de la Cámara Federal en lo Penal pagó con su vida haber juzgado, condenado o absuelto a los terroristas que agredían a la población civil en nombre de una lucha armada que ellos creían justa y necesaria. Quienes debían estar tras las rejas, gozaban de la libertad irrestricta que les había otorgado la amnistía concedida durante el gobierno del Dr. Cámpora, refrendada por quien en ese entonces era ministro del Interior y hoy procurador de la Nación, el Dr. Esteban Righi.

Quiroga caminaba hacia la casa de otro colega, con el cual irían juntos a la cancha a ver un partido de Boca. Pocos metros antes de llegar a destino, dos jóvenes en moto le dispararon y nueve balas impactaron en su cuerpo. Murió asesinado a los 48 años. Sus asesinos, integrantes del ERP 22 de Agosto, escaparon, pero sus nombres quedaron para siempre unidos al crimen: Marino Amador Fernández y Raúl Argemi.

El muerto había sido elegido por sus méritos para integrar la Cámara Federal en lo Penal, un plan innovador para la época, que se adelantó a España e Italia en el juzgamiento de ETA y las Brigadas Rojas. Significó una modernización del sistema, para poder juzgar con celeridad los actos terroristas. Esa Cámara tenía competencia para juzgar todos los delitos calificados como subversivos, garantizando la defensa del imputado. Así, el crimen del empresario italiano Oberdan Salustro pudo ser resuelto en 11 meses. La labor de los jueces no fue de persecución ideológica: la prueba es que no hubo una sola condena por la ley 17.401, de represión del comunismo. Los terroristas ni siquiera eran esposados, como detallaron las crónicas de la época.

Se podrá discutir la oportunidad de iniciar esta experiencia durante un gobierno de facto, pero es incontestable que se respetaron todas las garantías procesales durante el poco más de año y medio de trabajo y que, una vez dictada la amnistía, en mayo de 1973, todos los terroristas que habían sido condenados o estaban siendo procesados fueron liberados y retomaron el camino de las armas.

Los asesinos del juez Quiroga fueron juzgados y condenados a 18 años de cárcel, pero apenas cumplieron unos años. Los restantes miembros de la Cámara Federal en lo Penal sufrieron persecución y amenazas, lo cual provocó que se exiliaran. Al ser desarticulada la Cámara, los terroristas lograron uno de sus más preciados objetivos: la impunidad, porque ningún juez se atrevería en adelante a condenarlos. A 35 años del asesinato de este magistrado, observamos con preocupación que continúan impunes, libres entre los ciudadanos. Algunos ocupan cargos públicos.

El Poder Judicial sigue siendo presionado por algunos de los que en el pasado integraron estas organizaciones terroristas y que hoy, con la suma del poder público, amedrentan a todos los que no responden a su línea argumental en esta tragedia nacional. Otros, simpatizantes de las ideas mesiánicas de los terroristas, aportan su granito de arena a la disolución de uno de los pilares de la República: la independencia del Poder Judicial. Una muestra de la maquinaria creada para garantizar la impunidad de quienes atentaron contra las instituciones del Estado fue la Resolución 158/07, por la cual el procurador Righi ordenaba a los fiscales no considerar delitos de lesa humanidad los cometidos por integrantes de organizaciones armadas. Hoy, ante la decisión de la Cámara de Rosario en la causa Larrabure, Righi ha debido bajar los decibeles de una discusión en la que debería haberse excusado de participar, por ser parte interesada.

Treinta y cinco años después, los familiares de las víctimas del terrorismo continúan su lucha por el reconocimiento de sus derechos humanos. Temen al ver a algunos de los que los atacaron gozar de la inmunidad que les brindan sus cargos, y esperan que surjan jueces como Quiroga, que enfrenten la inmoralidad jurídica y política y que den testimonio de la valiosa función de un magistrado.

La autora preside el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas.

Anónimo dijo...

Lo que la autora designa como "gobierno de facto" era una dictadura militar que había arrebatado el poder al presidente civil Arturo Illia, con la intención de reeditar en la Argentina un franquismo a la criolla. No eran demócratas, insisto, eran dictadores. Cuando asumieron, la idea de sus partidarios era eterniarse en el poder para imponer su visión del mundo a una sociedad inerme, atónita, sin otra opción que resignarse o rebelarse, con los riesgos que toda rebelión contra el poder lleva implícitos.
Después de las rebeliones populares que tuvieron su máxima expresión en el Cordobazo, los jóvenes de esa época -estudiantes, obreros, religiosos, militantes políticos y sociales- empezaron a buscar activamente diferentes vías de regreso a la democracia y de acceso a un poder que permitiera iniciar cambios profundos en una sociedad que hasta entonces había sido víctima de la arbitrariedad de unos pocos privilegiados.
Lo demás es historia, mucha gente ha escrito sobre ella y lo seguirá haciendo, pero en cualquier caso, las acciones individuales o de grupos al margen del Estado no pueden ser equiparadas, por su gravedad y trascendencia, con el terrorismo implementado desde el propio Estado. Hay sólida doctrina al respecto.
El escritor y periodista al que aquí se ataca ha sido protagonista, testigo y víctima de esa época. Es un tipo valioso, intelectual y moralmente valioso, sus errores los ha purgado con creces y hoy, lejos del resentimiento, nos entrega a sus lectores una apasionante obra artística de la que las nuevas y viejas generaciones queremos seguir disfrutando. No oculta su pasado ni lo justifica ni lo defiende, simplemente lo carga e intenta reelaborar con todo ese bagaje una visión personal y creativa de este loco mundo que nos toca vivir.
No puede decirse nada equiparable de los miserables asesinos y torturadores que sirvieron a las dictaduras que, a lo largo de todo el siglo pasado, asolaron a la Argentina.
Buenos días.

K.K.

Horacio Ricardo Palma dijo...

No es casual que alguien que defiende a un "secuestrador, torturador y asesino" (esto lo afirmó la justicia), firme como KK...
Abrazo