sábado, 5 de julio de 2008

Y llegaron ellos,los de siempre


Llegaron al barrio y lo rodearon. La gente fue obligada a salir de sus casas con los documentos de identidad en la mano. Los juntaron en una plaza, y los guardias verificaron la identidad uno por uno. Hombres y mujeres.
Algunos, sospechosos, pero no lo suficiente, fueron citados para el día siguiente. Otros fueron subidos a furgones y llevados a campos de internamiento.
No era Alemania Tercer Reich, era Murcia. Cacería oficial de inmigrantes sin papeles. Los mismos que cada mañana parten hacia el campo para cosechar, barato, lo que los aborígenes no cosechan, por mal pagado. Las mismas que cada día acompañaban, lavan y dan de comer, en la boca, a centenares de mujeres ancianas que su familia no quiere tener en casa.
Lo curioso, para los internados –con un estado legal tan difuso como el de Guantánamo, solo que sin malos tratos- es que no tener papeles es solo una falta administrativa menor. Nadie puede ir a la cárcel por eso, solo a un campo de internamiento, rodeado por policías, de dónde no se puede salir.
Al final, vamos a tener que admitir lo que empezamos a sospechar cuando Israel comenzó tratar como judíos a los palestinos: los nazis ganaron la guerra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Raúl:
Comparto la idea de que los nazis, al final y tomándose el tiempo necesario, ganaron la guerra. Suponiendo que España es el primer mundo -y no el país arrimado al primer mundo, como me parece-, su comportamiento sigue los lineamientos estadounidenses. Y no digo de Bush, porque ese pensamiento es compartido por una inmensa mayoría y presumo que Obama, de ganar, no hará nada demasiado distinto, a pesar del color de su piel. Me parecen comportamientos que se van reproduciendo en cada vez más países, con sociedades aterradas por la posibilidad de que el pobrerío pacífica y pobremente invasor les hurte, primero, el trabajo peor pagado e inhumano que nadie quiere hacer y, después, los bienes que, hasta hace algunos años, corrían el riesgo de ser expropiados por el comunismo hoy vencido.
En nuestros países latinoamericanos, la cosa no es diferente. En la Argentina y en Brasil, países con condiciones apenas superiores a los del resto de latinoamérica, pero siempre indigente, los inmigrantes menestoros, los paraguayos -a quienes jamás se dejó recuperar de la horrorosa guerra de la triple alianza, que aplastaron matando hasta a los niños los vencedores argentinos, brasileños y uruguayos-, siguen condenados a tareas de última categoría: servidumbre casi esclava. Los bolivianos, que tienen a un magnìfico y altivo Evo en el gobierno, pero que no alcanzan a comer lo que les hace falta, tambièn emigran a los países vecinos -Argentina y Brasil- para sobrevivir vendiendo limones y cabezas de ajo en las veredas. Algunos, es cierto, muestran su voluntad trabajadora y siembran donde los perros cagan, para poder vivir de lo que cosechan. ¡Y están mejor que en sus países!
Hoy, la pesada embestida del así llamado "campo" por los medios de comunicación, en la Argentina, es decir, la oligarquía que hoy presume de que sus tierras tienen el mismo origen que las de Israel, que su título de propiedad consiste en un texto dicho sagrado, se encuadra en lo mismo. De pronto, los pobres, India y China, comenzaron a comer. Y desbalancearon el mercado, tan bien controlado durante tantos años. Y lo que les llegaba fácil, a los del primer mundo, ahora se pone difícil. El retorno del neoliberalismo está allí. No perdió en los '90: era demasiado joven e inexperiente. Y allí está asomando. Y nada menos que en un país que hace no demasiado -porque yo estaba vivo y en quinto grado de la primaria- tenía muertos por la hambruna. Me refiero a España, donde la memoria es un bien escaso, muy escaso. Y podría haber escrito, por cortesía, "parece un bien escaso", pero diría una mentira. Abrazo, Raulito, que comparto con los "internados", eufemismo demasiado parecido a "antisociales" que tan sólo pretenden comer, cada tanto, más o menos mal, pero comer. flaco galván

Anónimo dijo...

Muy buena maestro. Saludos desde la pérfida Albión. Lucio