domingo, 4 de marzo de 2007

David Goodis


El 2 de marzo, hicieron 90 años del nacimiento de uno de los grandes de la novela negra: David Goodis. Durante muchos años escribió a razón de 10.000 palabras por día, novelitas basura, de quiosco, de use y tire. Nadie lo tenía por un escritor serio, y mucho menos él mismo. Sin embargo…
Tal vez porque era judío, tal vez porque su vida fue una suma de dolores y melancolía, en algunas novelas alcanzó una profundidad humana ante la que no se puede permanecer inalterado.
Cuando leí, hace ya muchos años, “Viernes 13”, supe qué quería escribir, yo. Supe que las historias con delincuentes nos dan la ventaja de mantenernos afuera. Pero que cuando la muerte y la negritud se ensañan con personajes que no marginales, o al menos no lo son por elección, no tenemos escape, y tenemos que jugar el “nosotros”, el “yo”, sin autocompasión. Desde entonces busco historias donde gente como uno enfrenta el espejo negro de la muerte.
Es imposible que todo lo que alguien escriba a 10.000 palabras por día sea bueno. Pero hay un par de títulos que no se pueden olvidar. “Viernes 13”, “La calle del olvido” y “Música de fango”, que François Truffaut llevó al cine como “Disparen sobre el pianista”.
Quiero reconocer una deuda: cuando escribí el relato largo que, corrido el tiempo, se convertiría en “Siempre la misma música”, mi última novela publicada, se titulaba “Un día de suerte” y estaba dedicado a David Goodis. Su personaje de “Viernes 13” estuvo presente todo el tiempo.
(Y ya que estamos, aclaración por una deuda menor, espero. El Sergio citado en la introducción a “Entre la puerta y la pared”, es Aquindo, no Aquino; mis dedos lo robaron la “d”. Si algún día deciden ilustrar mi novela más negra, ya sé a quien quiero tinta en mano, al Sergio Aquindo. Sus dibujos son una puerta a una dimensión dura, urbana, fría y cortante como un cuchillo.)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Grapholito (no mondonguées tu nombre facilitando la 'ph" que, además, quiere decir nivel de acidez, que te va muy bien, bepi):
No sé qué pasó con mi mensaje anterior. Seguro que apreté algo mal. Decía, de Goodis, que varias de sus mejores novelas fueron al cine. Una de ellas, "la fuga", la hicieron Bogart y Bacall. La dirigió Delmer Daves, quien tambièn participó en el guión, junto con Goodis y se trata del primer ejercicio efectivo de "cámara subjetiva", es decir, que los ojos del protagonista son la cámara lo que, a la vez, significa que es el espectador. Le salió bien.
Otra, en "La víctima", el principio de la novela es genial: un tipo se está ahogando en el mar, o en un lago. Se le acerca una lancha, con dos tipos que lo miran y, sin gesto alguno, se las toman, dejándolo morir. El relato siembra soledad por todos los costados. Y te olvidaste (lo que no está nada mal porque si no, ¿yo qué?) de "un gato del pantano".
Por lo demás, si no intervenís en este blog, se pondrá aburridísimo. Excepto que se trate de un masaje a tu ego, con lo que no me meto. Para decir lo que quiero y que me lea más gente, me compro un aerosol negro y puteo en las paredes: habrá más, muchos más que me lean. Tenés que intervenir, insisto. Y pelearte. Tal vez porque se me da la gana de pelearme con vos en este campo, donde no habrá moretones ni rasguños. abrazo de Oídio del Peral

Errea dijo...

Compañero Oídio del Peral, también conocido como "El temible oídio", está claro que cuesta cosa e un franeleo para el ego. ¿No fue Charles Aznavour, el protagonista de disparen sobre el pianista?
En cuanto a los aerosoles, prefiero volver, si es necesario, a las fuentes: los "tizones" hechos con grasa de vaca, estearina y negro de humo. Tenían la ventaja de que te quedaban las manos tan negras que, a la hora de poner la huellas en la comisaría, no gastaban nada en tinta.

Anónimo dijo...

Si, era Aznavour. Y la película -que bajé de internet hace poco- sigue siendo magníficamente negra. Respecto de los tizones: hace un tiempo (cuando manifestábamos contra Isabel la católica porque impulsaba la inquisición) hice muchos. Y no sólo se facilitaba la tarea canera untándose de negro de humo. Lo hacíamos quemando cubiertas debajo de una chapa -que podía ser un cartel recuperado de la vía pública- y después sacando el hollín con espátulas. La cana apenas si tenía que mirarnos las uñas: si estaban negras, troaden. Y como había que llevar los tizones (volcados, cuando estaban derretidos, en cámaras de bicicleta para darles forma de morcilla)en los bolsillos, la pilcha quedaba hecha un asco, llena de grasa. Me parece que el enfisema que cargo se debe, más que al tabaco, al negro de humo respirado en las jornadas liberadoras de 1958, cuando asaltamos el poder y fue tan resbaloso.
Y te voy a pelear, Raúl, te voy a pelear. Ya aparecieron dos peleadores. Este blog merece un par de puteadas. Abrazos de Oídio del Peral (¡qué nombre para un cantor de tangos!)